lunes, 17 de octubre de 2011

EL ALMA

UNA SOLA COSA ES NECESARIA
Negocio único: ¡Salvar el alma! He aquí el negocio de los negocios: la única cosa necesaria, que decía Cristo a Marta, que se afanaba mucho preparando la mesa para el Señor.
Si una persona tuviera un pleito, donde se podía arriesgar toda su fortuna, su honor y su vida misma, y que la sentencia hubiera de ser sin apelación, es indudable que un asunto tan grave absorbiera todos sus pensamientos y que no perdiera medio alguno, por difícil que fuese, para conseguir un fallo favorable y asegurar su vida y su fortuna. Pues un gran pleito tiene todo cristiano sin resolver: ¡salvarse o condenarse para siempre!...
Todos nos hallamos ante dos eternidades, siendo incierto el resultado, sin saber si seremos salvados o condenados.
Más, ¡cuán necio he sido!... me afano por los negocios de la tierra, por los pasatiempos y vanidades del mundo…, descuidando mi único negocio: el de la salvación de mi alma.
He de pensar que todas las cosas de este mundo son efímeras y como ensueño de una noche, al paso que mi alma ha de vivir eternamente y quedar eternamente feliz o desgraciada.
La salvación del alma… debiera ser nuestra preocupación dominante de cada día, de cada instante, y habríamos de oír una voz que clamara perpetuamente a nuestros oídos: Salva tu alma… Piensa en salvar el alma… El negocio de tu alma.
Es negocio trascendental de vida o muerte eterna, de cielo o infierno eterno, de vivir con Dios o con los demonios.
Se arriesga todo nuestro bien. La alternativa es espantosa, pues o nos salvamos o nos condenamos… ¡para siempre!
Cuando Luis XVI iba camino del cadalso, le hablaba su capellán, para animarle, de la grandeza de su reino, de que la historia algún día le haría justicia… -Deja ahora eso, le contestó el Rey- háblame del único negocio, de la salvación de mi alma.
¡Ay! ¡Cuántos cristianos se fatigan mucho por el cuerpo y pasan su vida en continuo vértigo de negocios, sin tener un instante para pensar en el negocio de su alma!...
¿Qué peligros tengo yo de condenarme?... ¿Qué medios debo emplear para salvarme?... ¡Cueste lo que cueste, he de salvarme!...
Si los santos temblaban al acercarse la muere, temerosos de su salvación, ¿Estaré yo seguro?...
Un día preguntó un israelita al divino Maestro: -Señor, ¿Es verdad que son pocos los que se salvan? Y Jesús respondió con un aviso a todas las almas: -Entrad por la puerta angosta, porque la puerta ancha y el camino espacioso son los que conducen a la perdición, y son muchos los que entran por él…
Luego son unos locos e insensatos los que no trabajan con todo su empeño por su salvación; se exponen a condenarse. ¡Pobrecitos los que piensan que hay tiempo para todo, y entretanto van por el camino ancho de los placeres, que puede precipitarlos en el infierno!... Yo he de preocuparme más de mi alma. ¡No quiero arriesgar su salvación!...

LECCIONES DE LA MUERTE
Vanidad de las cosa del mundo: La muerte es la gran maestra de la vida: espejo de desengaños.
Ante el cadáver de un cristiano cualquiera escucharé las lecciones de vida eterna que me da la muerte.
¿Qué me dice ese cadáver… de una joven… de un hombre rico? Que todo lo que hay en el mundo, si no sirve para amar a Dios es vanidad y cosa inútil. Y no merece la pena de estimarse, ni menos buscarse con afán.
¡Qué bien lo dijo el Sabio! ¡Vanidad de vanidades y todo es vanidad!… La belleza corporal es pura vanidad. Frescura y hermosura de rostro, lozanía de juventud…, para muy pronto en polvo y podredumbre de cementerio.
Vanidad son las riquezas. Muchas o pocas todas han de dejarse a la puerta del sepulcro.
¡Y para eso tantos afanes, hasta quebrantar el día del Señor por aumentarlas!...
¿Los honores?... Se disipan como el humo… Entre las calaveras del cementerio, ¿Quién es capaz de conocer cuáles son de hombres sabios, cuáles de gente ignorante?... ¡Ved ahí lo que son los títulos de nobleza…, los puestos honoríficos…, los aplausos y alabanzas del mundo adulador…! ¿Y seré tan necio que me deje arrastrar por la vanidad de figurar o ser estimado, quizá con ofensa de Dios?...
Vanidad con los placeres, las amistades, las diversiones, los banquetes… ¡En aquella hora nada valen! Porque todo pasa, todo es forzoso dejarlo; nada de esto nos puede acompañar al otro lado del sepulcro.
¡Y los mundanos trabajan con ahínco por estas naderías de la tierra, que pasan velozmente, como el humo… y abandonan las eternas , el proveerse de virtud y de méritos para la eternidad!... ¡Son ciegos!..., ¡son necios!..., ¡son unos insensatos!...
¡Señor que yo abra los ojos y no me deje alucinar por el resplandor aparente de las cosas del mundo! Dame la cordura de los Santos, que despreciaban estas cosas y estimaban la virtud y la santidad. He de buscar primero el reino de Dios y su justicia…

1 comentario:

John Freddy Cuartas Rojas dijo...

Un saludo Juan David, sin duda alguna muy interesante la reflexión. La verdad es que lo único seguro que tenemos en la vida es la muerte, y que tristeza que vivimos como si fuéramos inmortales. como dijo Juanes, la vida es un ratico.